
Tras el éxito de la primera conferencia realizada el curso pasado con Antonio Ortuño, hemos comenzado este curso en la Asociación con una nueva conferencia suya en la que contó cuales son las claves para entender mejor los conflictos en casa, y proporcionó herramientas para intentar resolverlos sin necesidad de castigar, gritar o dar sermones. Para ello, explicó con detalle su técnica de “El Semáforo inteligente”, en la que es posible profundizar más tanto en su libro “Familias inteligentes: claves prácticas para educar” como en la “Guía de resolución positiva de conflictos” publicada por CEAPA.
Antonio Ortuño Terriza es Psicólogo, especialista en Psicología Clínica y Terapeuta Familiar. Lleva desde hace más de 25 años trabajando con los problemas asociados a la Infancia y Adolescencia, asesorando a familias, tanto desde el ámbito público como privado, para que puedan ejercer sus funciones parentales de una forma respetuosa, positiva y con buenas prácticas.
Con mucha sensatez y un gran sentido del humor, Antonio fue explicando que para resolver de forma positiva los problemas diarios que surgen con los hijos, hay que establecer conjuntamente compromisos con ellos y confiar y respetar su toma de decisiones.
Recomendó agrupar los tipos de conflictos en tres tipos de colores y situaciones: En el semáforo rojo están los conflictos que deben estar bajo el control adulto. “Es el espacio donde se ejerce una autoridad de forma empática, es decir, teniendo en cuenta la postura y la opinión del otro. Es un “NO” comprensivo pero innegociable”.
En el semáforo amarillo, “el control de la situación se debe compartir. El niño ya puede ser protagonista, ya tiene recursos para participar y decidir, y asumir responsabilidades y gestionar el conflicto. Pero esto con ayuda y supervisión adulta. Hay que confiar y respetar la toma de decisiones de los hijos. Es un proceso negociador”.
En el Semáforo verde: control y responsabilidad son totalmente del niño. “Digan lo que digan los adultos, los hijos son los que deciden en último término cómo afrontar el conflicto. Es su responsabilidad, y ya eligen sus alternativas y asumen las consecuencias de su gestión”. Los padres no deciden ni reprueban, acompañan, están disponibles cuando el niño (no los padres) lo crea conveniente, muestran plena confianza en las decisiones de sus hijos y, muy importante, deben conseguir que ellos perciban que se respetan sus decisiones
Antonio aseguró que “los hijos tienen que aprender a gestionar conflictos, a tomar decisiones, a responsabilizarse y que la familia es el escenario principal e idóneo para servir de modelos educativos y entrenar en el manejo de los conflictos”.
Igualmente señaló que, a su juicio, en el ámbito familiar deben existir estos tres colores. A cualquier edad. Si todas las decisiones las toman los padres, si todas las decisiones han de consensuarse, o si todas las decisiones las toman los hijos, el conflicto aparece inevitablemente. Por eso, es fundamental el equilibrio, ajustado a cada etapa evolutiva, de estas tres zonas, el saber diferenciar cuando decir no, cuando negociar, o cuando dejar hacer, y el ser coherentes a la hora de aplicarlo, para la gestión positiva del conflicto.
En resumen, Antonio recalcó “la importancia de que los padres aprendamos a decir NO, a negociar, y a traspasar las responsabilidades a nuestros hijos. Siempre teniendo en cuenta que cualquier competencia parental ha de tener como pilares el amor incondicional y el control respetuoso. Los hijos han de sentirse queridos siempre, hagan lo que hagan. Esto es amor incondicional. Han de apreciar que sus padres están disponibles en el momento que lo precisen, que son accesibles y sensibles ante sus necesidades. Y un control respetuoso que ayude a construir de forma progresiva su autonomía. Decidiendo lo que puede decidir, estableciendo límites de forma inteligente y empática, dejando hacer, con confianza y respeto, con coherencia y credibilidad. Enfocando la vida con sentido del humor, generando un ambiente afectivo, de buen trato, libre de miedos y tensiones, donde quepa equivocarse y reírse del error”.