Aunque la tarde era apacible y el sol permitía casi prescindir del abrigo, desde el APA creímos que siempre apetecería un buen chocolate en invierno.
De entre la legión de colaboradores, mayores y pequeños, un grupo de élite se esforzaba desde primera hora en conseguir la mezcla ideal del precioso líquido oscuro. No es necesario insistir en el carácter secreto de la receta, custodiada generación tras generación, para hacer las delicias de los asistentes a la gran chocolatada en homenaje a Marcelo Spínola. Este año, a modo de innovación saludable, se han incluido en cada litro unas cuantas moléculas de omega 3, las suficientes para contrarrestar el colesterol que contienen los preparados de bollería industrial que nuestro amigo Martínez nos envía cada año.
La verdad es que preparar la chocolatada se convierte en una de esas tradiciones que, lejos de resultar pesadas, reconforta en su ejecución. A la agradable obligación de tener que probar la mezcla deliciosa cada poco, hasta encontrar la perfección, se une la emoción de esperar la avalancha de niños y no tan niños que al terminar la eucaristía irrumpe en el comedor para hacer los honores a los esforzados maestros chocolateros.
Cada mes de enero el festival de Marcelo y la chocolatada rivalizan en su capacidad de convocatoria. Desde luego, en esta ocasión, el festival ha superado con claridad en asistencia a la chocolatada. Sobre las causas de este fenómeno se ha desarrollado un intenso debate desde entonces. Algunos lo atribuyen a factores externos. Por ejemplo, se argumenta que la tarde tan hermosa que se quedó restó algo de público.
Otros reconocen que los números de baile del festival se superan en calidad y atractivo cada año y su fama traspasa ya nuestras fronteras, extremo este difícil de superar con una simple merienda.
El caso es que por estas razones o quizás porque se cometió algún error de cálculo, por primera vez en muchos años ha sobrado algo de chocolate. Y también algo de bollería, si bien esto último puede explicarse por los esfuerzos desplegados insistentemente en los medios de comunicación para que todos controlemos nuestra alimentación y llevemos una vida sana. El año próximo es posible que nos veamos forzados a organizar una sección “light” en el evento.
En realidad, como siempre, lo más importante de la chocolatada no es el chocolate y los bollos. Lo más importante es reconocernos como familia Spínola y celebrar el impulso que Marcelo y Celia supieron sembrar y que ha madurado en tantos colegios a lo largo de los años. Si con un simple chocolate sabemos recordarlos y apreciar los frutos que de ellos han ido obteniéndose habrá merecido mucho la pena.