Arancha de Miguel
Todo empezó hace quince años. Aquel 12 de enero de 2010 el Mundo asistió entre conmocionado e impotente a los devastadores efectos del terremoto que asoló Haití. Desde un minúsculo rincón de la Tierra, un humilde colegio decidió tomar acción y poner su pequeño grano de arena al servicio de quienes más lo necesitaban. Y así nació el “Festival Marcelo”.
Aquella primera edición fue todo un reto. El objetivo era claro: organizar un musical con la finalidad de recaudar fondos para enviarlos a las víctimas del terremoto, pero cómo ejecutarlo, eso ya era otra cuestión.
La primera tarea consistió en convencer al alumnado para que bailase. Sorprendentemente, pese a su adolescencia y las consecuentes “vergüenzas” aquello fue lo más fácil. Todos querían ayudar y participar y los mayores motivaron a los más pequeños. Pero ¿Cómo se organizaba un festival de esas características? Se requería coordinar los ensayos con la impartición de las clases, difundir la celebración del evento, organizar los decorados, establecer las normas, reclutar al jurado... Además, había un importante factor en contra: el tiempo. Los damnificados de Haití necesitaban los fondos con extrema urgencia.
Tras duro trabajo, por fin, llegó en gran día. Había gran expectación en la comunidad escolar por conocer cómo iba a resultar aquel precipitado experimento. La temática, Disney; el ganador, “El Rey León”. Aunque, realmente, eso resultó ser lo menos relevante.
Todavía recuerdo, como si fuera hoy, lo maravillados que nos dejaron aquellos chicos y chicas que, con tan poco tiempo, habían logrado crear esos bailes. No eran profesionales, por supuesto, pero sus actuaciones tenían la belleza de la juventud, del entusiasmo, de la alegría y de la generosidad. Como se dice ahora “lo dieron todo” y la recaudación fue espectacular.
Toda la Comunidad Spínola se sintió orgullosa del cariño y del esfuerzo con el que todos trabajaron. La semilla estaba plantada, pero ¿por qué no hacerla crecer? ¿por qué no seguir ayudando a los demás allá donde lo necesitasen?.
Desde entonces ha llovido mucho, quince años, ni más ni menos. Aquellos participantes de la primera edición ya son hombres y mujeres adultos. Durante estos años he visto a cientos de jóvenes dar lo mejor de sí mismos durante las actuaciones. Recuerdo representaciones épicas como Matilda, Thriller, Las chicas del Cable, Madagascar, Aladdín, Frozen y el inolvidable Rey León de Marcelo 2022 (sé que me dejo muchísimas).
El festival ha ido evolucionando de una manera increíble. Los pequeños cada vez se involucran más siguiendo el ejemplo de los más mayores y ¡¡han mejorado muchísimo!!. Se han perfeccionado los vestuarios, las coreografías, la puesta en escena, los maquillajes, se han introducido nuevas tecnologías... La organización también se ha adaptado a los nuevos tiempos con la venta de entradas online y el control de acceso. Todo está adquiriendo una cierta “profesionalización”. Muestra de ello es que en las últimas ediciones no cabía un alfiler en el Salón de Actos en el que no han faltado decenas de antiguos alumnos que todavía sienten un fuerte vínculo con el festival.
Pero lo que ha permanecido inalterable a través de todos estos años es la entrega apasionada, el entusiasmo y la dedicación de los alumnos. Ellos siguen teniendo la misma expresión de ilusión y felicidad contagiosa que aquellos que vi hace quince años. Para ellos “Marcelo” es una experiencia increíble que año a año viven intensamente y que los acompañará toda la vida.
Como centro escolar esta iniciativa es única. Es un ejemplo de cómo hacer comunidad, crear robustos lazos con el colegio, con los compañeros y con los docentes. Es una manera extraordinaria de fomentar el tesón y el trabajo en equipo. Les enseña valores como la generosidad y el compañerismo y es una fórmula óptima que consigue obtener lo mejor de cada uno de ellos.
Este festival es una prueba más de que nuestros hijos están en las mejores manos, en un centro que los prepara, desde muy diversas ópticas, para ser personas con valores, y que les ayuda a enfrentar los retos del futuro.
Gracias, por tanto, al colegio, a los docentes y resto del personal, a la AFA, a las familias y a todos aquellos colaboradores que lo hacen posible, pero, sobre todo, gracias a esos cientos de chavales que, con su entrega y generosidad, nos han asombrado y han hecho de éste, un Mundo mejor.
Todas las fotos de este día maravilloso en el área de socios.
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"Mi último Marcelo"
María Maté
El festival Marcelo Spínola ha llegado a su fin para todos los alumnos nacidos en 2007. Hemos cerrado una etapa de vestuarios luminosos, pasos sincronizados, y bailes animados con dos actuaciones siguiendo la temática Disney, aunque yéndonos a campos opuestos.

La tenebrosidad de los azules na'vis unidos en Pandora, frente a la colorida familia Madrigal desde Colombia. Al final del día, realmente no importaba quién ganase, porque ya estábamos llenos de ese triunfo, de la felicidad de estar unidos como grupo.
Sólo Marcelo podría unir alrededor de 90 personas para bailar al son de la música con mil exámenes a la vuelta de la esquina. Sí, este curso ha sido tremendamente difícil crear algo presentable para poder ganar.
Aún recordamos cuando en la ESO no hacíamos más que pensar diariamente en el baile. Este año no ha podido ser así, y por eso el día 17 fue enormemente emocional. Nos chocó la idea de que sí, es el último. Nuestra última oportunidad para ganar, tanto para un grupo como para otro.
Ya seas mejor o peor bailarín esa mañana te despertaste con la sensación de cerrar un capítulo que sabes que solo dolerá al recordarlo. Sí, eso es lo peor del festival, y del propio colegio Cardenal Spínola, que al pasárnoslo bien, lo único que podemos hacer es echarlo de menos.
Por eso hoy, queremos dar un último despido a nuestros bailes inocentes en 1⁰ de la ESO, saltándose 2⁰ por el Covid. En 3⁰ a destacar Footloose entre los musicales y en 4⁰ el Fangad o la clase de 4⁰B con lo que solíamos llamar el Rapapa.
1⁰ de bachillerato no nos dejó más que vacíos con el ritmo de los años sesenta en EEUU o de India en sus festividades, destacando por supuesto la actuación de Cuba con un azúcar especial.
Con todo ello, decimos adiós, adiós festival de Marcelo. No creo que seamos capaz de olvidarte. Lo único que nos quedará será volver como antiguos alumnos para recordar con añoranza los tiempos en los que éramos nosotros los que bailábamos sobre el escenario.
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